The Anthropocene Illusion ZED NELSON

The Anthropocene Illusion ZED NELSON

“Vivimos en una ilusión colectiva: representamos la naturaleza mientras la destruimos.”

En esta entrevista, el fotógrafo documental, humanista y ecologista Zed Nelson nos invita a mirar más allá de la estética y cuestionar el papel que desempeñan las imágenes en la configuración de las narrativas sobre el mundo natural.

Desde los parques artificiales hasta los paisajes diseñados para el consumo turístico, la conversación profundiza en cómo estas representaciones afectan a nuestra relación con el medio ambiente y con las estructuras de poder que lo configuran.

OSICO ofrece aquí una reflexión que entrelaza el arte, la ecología y la política, abriendo un espacio para considerar la innovación social como herramienta de transformación.

Biografía de Zed Nelson fotógrafo

Zed Nelson (Reino Unido, 1967) es un fotógrafo documental y cineasta, reconocido internacionalmente por su enfoque crítico y provocador de los fenómenos sociales contemporáneos. Su obra se distingue por una mirada aguda que combina una estética refinada con una fuerte carga política. A lo largo de su carrera, ha abordado temas como la obsesión por la belleza (Love Me), la violencia armada en Estados Unidos (Gun Nation) y, más recientemente, la relación de la humanidad con la naturaleza en The Anthropocene Illusion».  Este último proyecto, que constituye el núcleo de la entrevista, explora cómo los seres humanos han aprendido a simular la naturaleza en entornos urbanos y turísticos: zoológicos, parques temáticos, estaciones de esquí, museos. Nelson no pretende retratar lo salvaje, sino lo escenificado, lo artificial, lo que nos tranquiliza pero no nos conecta.

Su obra ha sido expuesta en instituciones como la Tate Modern, el V&A Museum y el ICP de Nueva York, y ha aparecido en publicaciones como The Guardian, The New Yorker, TIME y Le Monde.

Con una sensibilidad que combina ironía, ambigüedad y tensión visual, Nelson utiliza la fotografía como herramienta crítica para revelar lo que a menudo pasamos por alto. Su obra desafía e inquieta al espectador, obligándole a replantearse su relación con los entornos naturales y urbanos. Zed Nelson puede definirse como un fotógrafo documental con una perspectiva profundamente humanista y una sensibilidad medioambiental que impregna gran parte de su obra. Su práctica se caracteriza por proyectos a largo plazo que exploran las tensiones entre la sociedad contemporánea, el capitalismo moderno y la psicología humana.

Entrevista con Zed Nelson, humanista y ecologista

José Esteban Gabarda:

Quiero agradecer sinceramente a Zed Nelson por acompañarnos en esta conversación.

Nelson es fotógrafo documental, humanista e investigador visual que explora la compleja intersección entre sociedad, naturaleza y cultura. En esta entrevista hablaremos de su proyecto Anthropocene Illusion, que aborda la representación artificial de la naturaleza en contextos urbanos y turísticos, y sus implicaciones para la transformación política y la innovación social.
Me gustaría comenzar con una serie de preguntas relacionadas con este proyecto tan sugerente.
Uno de los temas centrales es la visualidad y la simulación: ¿cómo utilizas la imagen para cuestionar las representaciones artificiales de la naturaleza en espacios escenificados, como parques temáticos o museos? ¿Y cómo entiendes la diferencia entre representación y simulación?

Zed Nelson:

Sí. El proyecto trata esencialmente sobre la ilusión, sobre cómo, durante los últimos dos siglos, los seres humanos hemos causado un impacto devastador en el planeta. Nos hemos separado de la naturaleza y de otras especies, lo que ha tenido profundas repercusiones en la Tierra. Como resultado de ello, muchos científicos reclaman ahora que se declare una nueva época: el Antropoceno, la era de los seres humanos.

Mi proyecto sugiere que, en este momento de la historia, vivimos en una especie de autoengaño colectivo. Construimos versiones artificiales y coreografiadas de la naturaleza —simulaciones— en las que luego nos refugiamos. Estos espacios nos tranquilizan, ocultando lo que realmente estamos haciendo al planeta, incluso a nosotros mismos. Nos ofrecen consuelo y una apariencia de conexión, porque seguimos anhelando precisamente aquello que hemos destruido.
Así pues, estas representaciones ocultan y tranquilizan a la vez. Se convierten en ilusiones con las que nos comprometemos.

Por ejemplo, puedes ir al Animal Kingdom de Disney en Florida, una versión simulada de África, con montañas, restaurantes y animales vivos como hipopótamos y rinocerontes. ¿Son estos animales parte de una simulación o de una representación? En cierto sentido, son ambas cosas. Existen, pero encarnan una versión edulcorada y mercantilizada de África, una África que se puede visitar con seguridad, con aperitivos y suaves pasarelas de hormigón, diseñada íntegramente para el disfrute humano. Mi proyecto examina estas fronteras difusas entre la representación y la simulación, entre la ilusión y la realidad.

The Anthropocene Illusion ZED NELSON

José Esteban Gabarda:

¿Crees que la estetización de la naturaleza contribuye a una cierta “invisibilidad política”?

Zed Nelson:

No estoy completamente seguro de qué quieres decir con “invisibilidad política”, pero intentaré responder desde lo que entiendo.
Quizá te refieres a la separación que hemos creado con el mundo natural, a cómo hemos roto nuestros lazos con los animales y con los entornos rurales. Antes vivíamos en el campo y compartíamos espacio con los animales; ahora la mayoría de los humanos habitamos en ciudades, y hemos dejado atrás esos vínculos.
Al mismo tiempo, destruimos hábitats naturales y ecosistemas enteros.
Creo que esa “invisibilidad política” tiene que ver con el hecho de que los mecanismos que permiten esa destrucción quedan ocultos.
Sucede lo mismo con la industria cárnica: comemos carne, pero no queremos ver el proceso industrial que implica criar y matar animales a gran escala.
Esa industria se hace invisible a propósito. Es demasiado cruel, demasiado repugnante, así que la escondemos.
Con la naturaleza ocurre igual: la destrucción se produce a nivel industrial, pero preferimos no verla.
La estetización de la naturaleza contribuye a esa invisibilidad porque nos ofrece una visión tranquilizadora: una naturaleza bella, idealizada, que nos permite pensar que todo sigue bien.
Visitamos parques nacionales —como Yellowstone, en EE. UU.—, que son espacios reales, pero convertidos casi en representaciones de sí mismos.
Vamos allí, contemplamos su belleza y volvemos a casa con la sensación de que la naturaleza sigue intacta.
Y ese es el peligro: la ilusión de que todo está bien, cuando en realidad se trata de un espejismo.

José Esteban Gabarda:

Tu trabajo también explora el papel de la fotografía en la construcción de los discursos medioambientales. ¿Qué función crees que desempeña la fotografía en esa construcción?

Zed Nelson:

La fotografía ha tenido un papel crucial en el desarrollo del turismo de masas. Ha sido una herramienta fundamental para promocionar paisajes y vender imágenes idealizadas de la naturaleza. Los primeros fotógrafos de paisaje, por ejemplo, manipulaban las escenas: movían ramas, quitaban elementos que consideraban feos o perturbadores, componían imágenes más bellas y ordenadas.
Desde sus orígenes, la fotografía ha contribuido a construir clichés estéticos. Pero también puede servir para lo contrario: para cuestionar esos clichés y plantear preguntas críticas.
Por eso, aunque ha sido usada por la publicidad y la propaganda para vender productos o estilos de vida, también ha sido una herramienta de denuncia, utilizada por el fotoperiodismo y el activismo para mostrar los daños causados al medio ambiente.
En ese sentido, la fotografía tiene una doble naturaleza: ha contribuido tanto a la explotación como a la concienciación. Es un medio poderoso, según quién lo utilice y con qué intención.

José Esteban Gabarda:

¿Cómo puede el arte visual contribuir a una transformación ecológica real?

Zed Nelson:

Es una gran pregunta, aunque sin una respuesta sencilla. Cuando comencé como fotoperiodista, tenía una visión idealista: creía que la fotografía podía cambiar el mundo. Con el tiempo, me volví más escéptico; dudé de su poder real. Pero después de muchos años he vuelto a creer en su importancia, aunque de otra manera.
Creo que lo más valioso que tenemos es la capacidad de contar historias, de compartir información y de intentar comprender el mundo. La fotografía puede ser una herramienta educativa, un modo de reflexión y de diálogo. Toda transformación comienza con una conversación, con la toma de conciencia.
Para que haya un cambio ecológico, necesitamos sentir, entender y reconocer los problemas. La fotografía puede despertar esas emociones y provocar esa comprensión.

José Esteban Gabarda:

En relación con el diseño urbano contemporáneo, ¿qué relación ves entre la simulación de la naturaleza y la planificación de las ciudades?

Zed Nelson:

Depende de si hablamos de naturaleza real o de su simulación. Por ejemplo, en Singapur —llamada “la ciudad jardín”— se ha intentado integrar la vegetación en la arquitectura: edificios cubiertos de plantas, jardines en las azoteas… A simple vista, parece un triunfo del diseño ecológico, pero en realidad estos jardines artificiales dependen del riego y la fumigación con pesticidas que eliminan los insectos (y, por ende, las aves). El resultado es una vegetación sin ecosistema, belleza sin biodiversidad. Lo mismo ocurre en muchas ciudades: se incorporan elementos “verdes”, pero de forma superficial, estética, sin vida real.
En cambio, hay ejemplos positivos, como en Costa Rica, donde se fomenta la biodiversidad urbana y se protegen incluso a los insectos polinizadores, o en Londres, donde se permite que algunas zonas de los parques crezcan de forma más salvaje.
Integrar naturaleza en el diseño urbano es posible, pero debe hacerse de manera auténtica, no como una simple escenografía.

José Esteban Gabarda:

¿Crees que las ciudades pueden reconciliarse con la naturaleza, aunque sea dentro de la artificialidad?

Zed Nelson:

En parte, sí. Una ciudad nunca será un entorno salvaje, pero puede rediseñarse para reducir su impacto y permitir la coexistencia con otras formas de vida.
Esto no solo beneficia al medio ambiente, sino también a la salud humana.
El problema es que muchas iniciativas actuales caen en el greenwashing: árboles simbólicos, jardines decorativos…
Lo que necesitamos son verdaderos espacios preservados para la vida no humana, incluso dentro de las urbes. Cuando esto se hace bien, es muy eficaz.

José Esteban Gabarda:

¿Crees que el arte puede ser una herramienta de intervención política?

Zed Nelson:

Sí, absolutamente. El arte es una parte esencial de la vida y puede contribuir a la educación, la comprensión y la acción política. No siempre es fácil medir su efecto inmediato, pero forma parte del tejido cultural que moldea nuestras decisiones. Cada elección humana —personal o colectiva— se basa en lo que vemos, aprendemos y sentimos. El arte es una pieza fundamental de ese proceso: inspira, cuestiona y empuja al cambio.

José Esteban Gabarda:

¿Y cómo se relaciona tu trabajo con otras disciplinas, como la educación o la ciencia?

Zed Nelson:

Tiene una conexión muy estrecha con la educación. Mi fotografía no busca solo la belleza, sino la reflexión y el debate. La ciencia, a su vez, influye profundamente en mi comprensión del mundo y en los temas que elijo. Creo que hay un intercambio constante entre disciplinas —arte, ciencia, educación, planificación— que ocurre de manera orgánica, aunque no siempre sea medible.

José Esteban Gabarda:

Por último, quisiera abordar una realidad preocupante. Según los datos europeos, este año más de 400.000 hectáreas se han quemado en España. Cinco de los diez mayores incendios del siglo XXI han ocurrido en los últimos cincuenta días. El impacto sobre los ecosistemas, las comunidades rurales y el patrimonio natural ha sido devastador.
Desde tu experiencia como artista, que trabaja con la representación y la simulación de la naturaleza, ¿crees que el arte puede convertirse en un acto de resistencia frente a la apatía institucional?

Zed Nelson:

Sí, creo que puede. El arte —sea fotografía, pintura o instalación— puede formar parte de esa resistencia. Porque todo se reduce a la comunicación, a inspirar comprensión, empatía y acción. Mi trabajo busca precisamente eso: plantear preguntas, generar diálogo sobre quiénes somos y qué futuro queremos.
No tengo todas las respuestas, pero sin conversación no puede haber cambio. Por eso el arte puede ser una forma de resistencia, de educación y de inspiración.

José Esteban Gabarda:

¿Cómo imaginas el papel del arte en países que parecen haber normalizado ciertas crisis ambientales dentro de su calendario político?

Zed Nelson:

Es una cuestión muy compleja. Vivimos un momento crítico: cambio climático, pérdida de hábitats, contaminación masiva… problemas que ya están afectando gravemente a la humanidad. Y, sin embargo, vemos cómo líderes políticos retroceden en políticas ambientales. Nos enfrentamos a una disyuntiva: ¿seguiremos negando la realidad o actuaremos con responsabilidad? En ese contexto, el arte, el periodismo y la comunicación son herramientas fundamentales.
Pueden ayudar a inspirar conciencia, exigir gobiernos más comprometidos y fomentar una visión más ecológica del mundo. El arte, en definitiva, puede ser una parte esencial de la resistencia ante la apatía y la negación colectiva.

José Esteban Gabarda:

Muchas gracias por tu tiempo y por esta conversación, Zed.

Zed Nelson: 

Gracias a vosotros. Ha sido un placer.

The Anthropocene Illusion ZED NELSON

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