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A lo largo de varias décadas, nuestro sistema económico y social ha estado basado en el desarrollo de una cultura de producir, usar y tirar donde la especulación y el poco respeto al medio ambiente, a los recursos naturales y energéticos ha sido una constante. Este sistema de desarrollo es, precisamente, el que nos está llevando a un camino sin salida que no solo contamina, sino que es capaz de extinguir la naturaleza, la propia biodiversidad y los ecosistemas de nuestro planeta.
En un mundo en el que cada vez se concentra una mayor población que, por otra parte, nadie quiere renunciar a las comodidades, aunque esto nos conduzca al abismo, nos debería hacer reflexionar sobre cómo desligar en la medida de lo posible el crecimiento excesivo a costa de la presión que ejercemos en los recursos naturales, los ecosistemas y la naturaleza. El problema de algunos desafíos, entre éstos, el cambio climático y la reducción de emisiones, no puede ser visto si no es desde una perspectiva global, donde la deslocalización es sólo un retoque de un problema mayor, lo que nos lleva necesariamente a adquirir una visión holística y estratégica del proceso de desarrollo.
En este contexto, la economía circular, en contraposición al modelo lineal tradicional, representa un nuevo modelo de desarrollo económico y social que identifica una serie de procesos de nuestra economía en relación con la producción, consumo y reciclado de los productos que utilizamos, en aras de respetar y reparar los recursos naturales, la renovación y reutilización de productos y sus componentes. Pero, sobre todo, la economía circular es también un concepto que tiene que ver con la economía, que tiene vínculos con la sostenibilidad, y cuya misión es que el valor de los productos, los materiales y los recursos (agua, energía…) se mantenga en la economía durante el mayor tiempo posible y con ello se reduzca al máximo la generación de residuos.
Como se puede observar, la economía circular es más que un concepto, es una nueva forma de ser y actuar, donde las partes y el todo están relacionados, situándose por encima de la misma economía alterando los pilares que afectan a la cultura del crecimiento económico sin medida, que lleva a todos los actores del desarrollo a un cambio radical en la forma y el modo en el que nos comportamos ante este nuevo y amplio pensamiento.
Ahora bien, aun cuando la economía circular es una buena baza para lograr un desarrollo sostenible, son muchas las voces que señalan una serie de inconvenientes, que van desde su eficacia final del proceso que lo ampara y sustenta, hasta sus fundamentos y su viabilidad desde el punto de vista técnico y biológico. Así, por ejemplo, se cuestiona su capacidad para cumplir de forma eficaz en cuanto al reciclado, el diseño, el uso de insumos de producción renovable y modelos alternativos dadas las limitaciones prácticas y ambientales, económicas e incluso los comportamientos adecuados para llevarlo a cabo.
A pesar de todos los inconvenientes, obstáculos y limitaciones que tiene la puesta en práctica de la economía circular en las ciudades, no es menos cierto que quizá es uno de los pocos caminos que tenemos junto con algunos otros modelos de crecimiento económico (Decrecimiento y Teoría ‘donut’ de Raworth) para salir de una crisis climática, ambiental, ecológica y social, que, si bien requerirá de esfuerzo, dedicación e investigación, es una oportunidad que no debemos de echar a perder.
Uno de los retos que tenemos es como resolver la paradoja entre crecimiento económico y empleo y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Entonces la pregunta que nos podemos hacer es: ¿Cómo planteamos un desarrollo sostenible teniendo en cuenta las limitaciones anteriormente indicadas, donde unos países dependen de los otros, y no todos ellos tienen los mismos intereses ni las mismas ambiciones en solucionar el problema? Esto, en una economía globalizada no es sólo cuestión de actuar aisladamente, de nada sirve que unos países cumplan con los compromisos internacionales, si otros no lo hacen para el cumplimiento de los objetivos de desarrollo.
Este mismo planteamiento puede servirnos también de ejemplo para otros muchos desafíos, ya sean relacionados con la contaminación, la reforestación, la biodiversidad, la seguridad…que por su naturaleza nos obliga a proveernos de un nuevo pensamiento relacionado con la economía y sociedad que además nos fuerza a adquirir una mayor y mejor colaboración internacional con el fin de que los problemas no nos superen por completo en una carrera sin límites.
Los gobiernos y las empresas tienen necesariamente que adaptarse a esta nueva realidad si no queremos que en un breve plazo de tiempo no podamos dar marcha atrás con algunos acontecimientos como pueden ser el calentamiento global, nuevas pandemias y otros sucesos adversos que son incompatibles con la vida humana.
En esta dirección, la economía circular representa uno de los máximos exponentes de la resiliencia de las ciudades, ya que encarna un nuevo modelo de desarrollo económico y social, que identifica una serie de procesos de nuestra economía en relación con la producción, consumo y reciclado de los productos que utilizamos, en aras de respetar y reparar los recursos naturales, la renovación y reutilización de productos y sus componentes.

El dato de que menos del 10 % es circular, que ofrece el quinto y último informe de evaluación de la economía circular, nos compromete a todos los actores integrantes del proceso de desarrollo, ya sean económicos, sociales y políticos, a cerrar la brecha de la circularidad, para de esta forma prevenir y defender al medio ambiente, así como conseguir una sociedad más igualitaria.
Entender a a las ciudades como entes dinámicos que cumplen con el ciclo de vida, ya no sólo de las personas, sino también de los recursos, energía, productos, materiales y cuantos insumos se precisan para su desarrollo, implican adentrarnos en dimensiones sociales y éticas que deben integrarse en las políticas de desarrollo.
Por eso es importante que este pensamiento circular adquiera también unos sistemas de innovación, más allá de la economía, capaces de hacer extensivos los principios que lo inspiran, a todos los desafíos y componentes de las ciudades, con el fin de que tenga un adecuado encaje en nuestro sistema de desarrollo económico y de creación de empleo.
Estamos inmersos en un callejón sin salida donde da casi igual todo. Los problemas se acumulan: escasez de materias primas críticas, competencia feroz en los mercados de países con reglas económicas, estratégicas y comerciales diferentes…sin perder de vista la cada vez mayor polarización por riesgo real de una guerra a gran escala. Demasiada tensión para que nadie haga nada sobre cómo encauzar una pacífica cooperación entre países que sean capaces de vislumbrar que el verdadero enemigo que tenemos son las diferentes catástrofes que pueden acontecer como consecuencia del cambio climático, desastres naturales e incluso impacto de meteoritos y basura espacial.
La Comisión Europea tiene por delante un gran reto de transformar los sectores esenciales en circulares, ya que si seguimos gestionando como lo estamos haciendo hace su inviable su desarrollo. En un planeta con recursos limitados por la propia naturaleza y en medio de una crisis climática y ambiental preocupante, tenemos que adoptar medidas contundentes para proveernos de un pensamiento circular que rompa nuestra tradicional forma de producir, usar y tirar para que todos los productos, materiales y sus componentes sean circulares con el apoyo de las tecnologías emergentes.
Del capítulo del libro que habla de la economía circular:
«Gobernanza, Innovación Social y Tecnología -Tendencias Inevitables-«
https://www.osicoplatform.com/gobernanza-innovacion-social-y-tecnologia/
